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miércoles, 27 de febrero de 2013

Delahaye MS 165 Figoni & Falaschi (1938)


¿Cómo serán los autos dentro de 75 años? La verdad es que todas las conjeturas que pueda tener, seguro que son desacertadas. Creo que tal vez, podemos estar más cerca de intuir como serán tecnológicamente, por ejemplo no creo que los motores de combustión interna vayan a ser la mayoría. Los eléctricos habrán solucionado su problema de autonomía y de las cargas y el silencio invadirá las calles. Tal vez el hidrógeno y la energía solar sean una alternativa muy seductora. Pero en las formas, no tengo ninguna imaginación. Seguro que van a ser más pequeños, pero no tengo ninguna otra idea. Supongo que 75 años atrás, tampoco podían imaginar como iban a ser los vehículos de la actualidad, sino Figoni & Falaschi no podrían haber hecho este Delahaye MS 165 de 1938.

Teniendo en cuenta la historia de los automóviles hasta el presente, podemos pensar que en el futuro, los autos van a ser más pequeños. Los nuevos materiales van a permitir compactar todo. Las grandes ciudades van a estar cerca de hacinarse, y cada metro cuadrado va a ser muy caro, para estacionar un “bote” de 4 metros de largo. Por otro lado las familias van a ser cada vez más unipersonales. ¿Para que vamos a tener un sedán para cuatro personas, si nos alcanza con que sea de una plaza y media? El diseño va a estar al servicio de la funcionalidad, no de la estética. Todo va a tener una razón de ser, no va haber nada que sea solo un capricho de un loco diseñador.

Ojalá me equivoque en el pronóstico y sigan existiendo estos vehículos que nos asombran solo de verlos. Cuando veo este Delahaye, casi no me lo puedo imaginar en una ruta. Lo veo más emparentado con un cuento de Julio Verne que con un auto real. Quiero soñar que los diseñadores nos van a seguir asombrando a todos, no que todo se va a regir de antemano, prohibiendo a nosotros, simples humanos, del placer de la sorpresa. En todo caso, si en el futuro, los autos van a ser como me los imagino, mi egoísmo sale a luz y disfruto de saber que no voy a estar para verlos….

Seguro que Figoni & Falaschi, de ver nuestros actuales vehículos, se retorcerían de dolor estomacal, aunque seguramente se sorprenderían de las tecnologías aplicadas. Don Giuseppe Figoni nació en Piacenza, Italia. Muy joven se traslado a Francia donde su primer empleo fue en una fábrica dedicada a la producción de vagones de tren. Ahí aprendió a trabajar los metales, arte que luego de la Primera Guerra Mundial le sería muy útil, para establecer su propio taller de reparaciones de carrocerías. Como los trabajos realizado por el joven italiano, eran de una elevada calidad, prontamente se le encargaban carrocerías completas de distintos chasis de la época como Delahaye, Bugatti, Renault o Delage



Como todo dotado para el arte, las finanzas no eran su fuerte, por lo que decide asociarse con Ovidio Falaschi, también italiano, quien se dedicaba a la parte económica del negocio. Figoni, que se sentía atraído por la incipiente industria aeronáutica, sostenía que el peor enemigo del diseño era el viento. De ahí que muchos de sus diseños muestran las ruedas carenadas y la carrocería la forma de gota de agua.
 
Otra gran característica eran las pinturas. Fue uno de los primeros en utilizar tonos metalizados y siempre combinándolos con los interiores. Sostenía que las carrocerías eran los trajes de los autos, por lo que no era difícil encontrarlo con diseñadores de alta costura, con los cuales trabajaba en conjunto diseñando ropa, guantes y sombreros en combinación con el vehículo que estaba carrozando. Podemos decir que fue uno de los primeros carroceros “boutique” del mundo….

Este Delahaye fue presentado en 1938 en el Salón de Paris, recibiendo elogios tanto de los especialistas, como del mundo entero. Fue tal el éxito, que el gobierno francés encargó una unidad para exponerla en la Feria Mundial de Nueva York del mismo año, como sinónimo de la industria francesa. El auto fue llevado sin motor y fue expuesto con pequeñas modificaciones con respecto al modelo original. Pero al mismo tiempo, estallaba la Segunda Guerra Mundial en Europa y el Delahaye MS 165 quedaba atrapado en la aduana de EE.UU. durante 6 años.

Luego de ese periodo fue expuesto en California, con un motor Cadillac V8 y transmisión automática. Por suerte, a principios de los ochenta, un coleccionista pudo reunirlo junto al grupo motor caja original y luego de una exhaustiva restauración, fue presentado en la exposición de Pebble Beach de 1992 donde ganó el premio en su categoría. Esta unidad es la que reproduce la réplica que están viendo.

La miniatura es de la colección “Los más bellos autos de época”, editorial Altaya, edición española. Les dejo un video del año pasado, con la exposición de Pebble Beach, la cual para mi gusto reúne los mejores autos.

Saludos, y que todos tengan un buena semana, que yo la tendré a mi manera.

jueves, 21 de febrero de 2013

Shelby Cobra 427 (1964)


Para el tema Diecast Central de este mes, el tema venía fácil. “El Segundo Auto”. Ese auto que solo tendríamos si nos sobra la plata. No para usar todos los días ni para ir al supermercado. Es ese auto que siempre quisimos tener, el que lavaríamos todos los fines de semana para dar una vuelta. El problema fue elegir entre la colección que uno tiene y ahí se abrieron las posibilidades de soñar. Me costó trabajo, pero sepan que el Shelby Cobra 427 de 1964, sacó una leve ventaja con respecto a los demás.

Piensen que quieren de ese auto especial, para tenerlo en el garaje, muy cerca del dormitorio. Primero me vino a la mente un súper deportivo de última generación. Imaginen llegar al boliche del momento en un Lamborghini, Ferrari o Pagani. Lo único que tienen que hacer es ruido, para que los vean bajar de esa máquina y listo. Solo hay que elegir a la señorita más linda y llevársela. No hay que hacer nada, si uno no habla mejor. Como dice el dicho “billetera mata galán”….

Esa es una buena elección, sumado a la velocidad de esos autos, digamos que tenemos un combo casi perfecto. El único inconveniente es que tarde o temprano nos vamos a aburrir, que la señorita crea que es más importante que nuestro auto. Eso es algo que nunca van a entender. Y el otro inconveniente es que a esos ultra deportivos le falta, a mi gusto, un poco de mística y algo de personalidad, ya que muchas veces tenemos que leer de que marca es, porque a simple vista no logramos identificarlos.

Ustedes saben que uno de mis puntos débiles son los autos de pre guerra. Me parecen magníficos, con un halo de misterio y mucha historia, que los hacen mágicos. Con materiales nobles, los vemos con partes de madera, cobre o bronce, que los hacen salidos de un cuento de Julio Verne. Siempre me imagino, como habrá sido andar por las rutas de los años treinta, con esas máquinas al mejor estilo Delage, Bugatti o Duesenberg. Lo pesados que eran, con frenos no muy poderosos y a velocidades muy respetables. La verdad es que esa sería una buena opción.

Y si uno tiene la suerte de tener uno de esos clásicos, se puede dar el lujo de ir a distintos eventos y exposiciones, y sentirse orgulloso de su majestuoso automóvil. Lo que un poco me desmotiva, es el cuidado extremo que hay que tener en estos vehículos a la hora de la conducción. Uno no va a pasear por la ciudad en su Bugatti Atalante. Y en ese cuidado, por más que sea en una ruta desértica, debemos escatimar el acelerador o cualquier maniobra brusca, porque uno no está manejando solo un vehículo, uno está conduciendo una obra de arte.

Si quisiera manejar un vehículo, sin tener que ser tan preciso en la conducción, mi opción sería otra de mis debilidades: el Grupo B. Si, la verdad es que me gustaría tener una bestia de rally. ¿Se imaginan haciendo trompos en un Audi Quattro S1? ¿O doblando cruzado en la esquina a bordo de un Peugueot 205 T16? Ni hablar de salir acelerando cuando la luz de semáforo se pone en verde, manejando un Lancia Delta S4. Estoy pensando seriamente en cambiar de miniatura para esta entrada….

No habría camino que nos detenga, y no tendríamos que cuidarnos tanto por algún leve raspón. Después de todo, estos autos están acostumbrados a los maltratos. El que no está acostumbrado a ellos, es uno mismo. Son muy bruscos ante cualquier orden que uno le da. Imaginen más de 500 HP pegados en la espalda, llevándolos en todas las direcciones. Es como si Mohamed Ali, los usara de media res y entrenara al mejor estilo Rocky. Y no se olviden del sonido, que al principio nos fascina y media hora después nos dejó sordos.

Lo mejor entonces fue hacer un mix entre las virtudes de estos distintos autos que me gustarían tener. Imaginen un auto deportivo, con el cual se le puede decir a nuestra señorita que es el último modelo de una casa inglesa y que tenga una personalidad, imposible de confundir con cualquier otro vehículo. A eso súmenle que tenga unos años como para ser un clásico, pero sin tener la necesidad de tratarlo como si manejáramos a La Gioconda. Y todo conjugado con un motor lo suficientemente potente como para no seguir añorando al querido Grupo B. No caben dudas de Carroll Shelby sabía lo que hacía.

Esta réplica corresponde al fascículo 49 de la colección Car Collection de editorial DelPrado. También tienen el video para disfrutar.

Como siempre los invito a pasar por el blog Diecast Central, para que cada uno se sume a esta iniciativa.

Saludos y recuerden que Los Cobras son los mejores.

jueves, 14 de febrero de 2013

Renault Goélette (1975)


Hoy vamos a ver un taxi. Ese invento que ha movilizado ciudadanos en todo el mundo y que en nuestro país nos ocupamos de adecuarlo a la economía y lo transformamos en el colectivo. La duda que tengo no es sobre el taxi en sí, si no sobre su chofer. Ese noble trabajador que nos lleva a todas partes, siempre con una sonrisa ya sea por la ciudad, el campo, con un noble sedán último modelo o con un Renault Goélette de 1975. ¿O no es tan así?

El taxista es una raza muy especial de los que habitan las calles de la ciudad, por lo menos la de Buenos Aires. No vamos a generalizar, pero creo que cada uno puede agregar o sacarle alguna característica. El primer punto es lo que nosotros denominamos “chanta”. Es un sabelotodo de las calles. El conoce el negocio como ninguno, sabe quién es el bueno, el malo y el feo. Pero obviamente, él es solo una víctima de los demás, nunca una autocrítica.

Si hay un accidente, jamás veremos a un taxista admitir que fue suya la responsabilidad. No importa si iba a 10 km/h interrumpiendo el tránsito o que dobló bruscamente sin avisar, que no lleve las luces o que directamente paró a mitad de cuadra a comprar caramelos. Nunca pero nunca un taxista va a provocar un choque. Eso es responsabilidad de los particulares, colectivos, motos o peatones.

Por lo general, esta raza de automovilistas, se jacta del “levante” que tiene con las mujeres. “No sabés!!!, llevé a una modelo y como no tenía plata para pagarme, me invitó al departamento…” Estas anécdotas pueden sufrir malformaciones con el tiempo para llegar a ser verdaderas fiestas sexuales, donde el noble chofer se terminó acostando con toda la troupe de un teatro de la calle Corrientes, aunque el origen de la historia sea en los bosques de Palermo, con una señorita de voz muy gruesa…

También es un hábil comerciante. Siempre tienen la suerte de dar con un viaje de 300 km y llenarse de plata. “Yo en 4 horas, ganó la misma plata que ganas vos en 12…” Y la verdad es que es para felicitarlos, porque no sé como lo hacen, cuando uno los ve durmiendo bajo un árbol… Por suerte, eso no es una regla, y hay muchísimos taxistas que hacen la calle por varias horas, pero siempre aparece el que dice “Vos no sabes trabajar, yo hago el doble que vos”.
 
Y esos mismos que ganan fortunas, son de lo más ahorrativos. Están todo el día con un vaso de agua gratis, un cigarrillo pedido y cargan solo la mitad del tanque de gas. Eso es muy raro, porque si hacen tanto dinero y no lo derrochan, tendrían un excelente nivel de vida. Sin embargo, uno los ve con los coches sucios, desarreglados y ni le preguntemos si tienen la patente al día. Por suerte, cuando uno se encuentra con un taxista que le dice la verdad, nada de esta simulación sucede. Claramente, le admite que no hizo un peso, y que por eso, solo almorzó una porción de pizza en lo de Mingo. Ese es el verdadero taxista.

Más allá de estas características, la mayoría de los taxistas son de esas personas que en más de una ocasión nos han salvado. Ya sea llevándonos de una punta a la otra, o simplemente dándonos una mano si la necesitamos. Habría que ver qué sucede con ellos en otras partes del mundo, cuáles son sus características, con virtudes y defectos.

Con respecto a este Renault, se fabricó desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1947 hasta 1965. En su historia se lo conoció con distintos nombres como Goélette, Voltiguer o 1000 Kg, debido a su capacidad de carga. Tuvo motorizaciones que fueron desde los 2 litros hasta los 2.4 en las versiones nafteras y desde 1.8 hasta los 2.7 en los motores diesel. La tracción era trasera, aunque a pedido del ejército se desarrollo una versión con tracción en las cuatro ruedas. 

Como se pueden imaginar, este vehículo fue multipropósito. Su origen se debe al pedido del gobierno francés de desarrollar un vehículo mediano de carga, para ayudar con la reconstrucción del país. Por eso Citroën tenía su Type H y era su principal competidor. Estos utilitarios se los puede ver tanto para el trabajo civil como militar u oficial, ya que fue utilizado por el correo postal.

Cuando su sucesor el Super Goélette SG2 vio la luz, este modelo fue discontinuado y muchos de ellos fueron a África, a las colonias francesas. De ahí surge esta versión como taxi de la ciudad de Dakar, aunque su función era más como la de un colectivo o bus, ya que servía para ir de una ciudad a otra, con varios pasajeros en su interior. De ahí la leyenda en su lateral “Transport en commun” .

La réplica de las fotos, corresponde al número 12 de la colección “Taxis del Mundo”, editorial Altaya. El video es para que vean como son estos lindos modelos.

Será hasta la próxima entrada en una nueva edición de Diecast Central. Y recuerden, no es lo mismo un taxista que un taxiboy

jueves, 7 de febrero de 2013

Porsche 930 Turbo (1974)


La semana pasada hablábamos de la extraña preferencia por los autos con años de curriculum frente a las actuales máquinas que vemos a diario. Y todos teníamos un argumento tan sólido, como ese ancestro vehículo de nuestros sueños. Ahora bien, muy pocos decíamos que los autos del presente iban a ser añorados solo en el futuro, cuando ya tengan unas décadas de añejamiento, como si fuesen un buen vino. Como muestra, de que el tiempo todo lo cura, les presento el Porsche 930 Turbo de 1974.

Un tema por muchos resistidos en los automóviles es la tecnología. Si es muy moderno, todos tenemos miedo que le sucede algún desperfecto y que solo lo puede solucionar la casa matriz que está en Europa. Recuerden que les escribo desde el hemisferio sur. Cuando aparecieron los autos con inyección de nafta, mi padre decía que si le llegaba a ocurrir algo al auto, lo iba a tener que tirar, porque Don Julio, el carburista de toda la vida, le había dicho que solo lo podía arreglar Dios.

Recuerdo el calco en el parabrisas del Taunus ’79 “Motor de Alta Compresión. Utilice solo Nafta Especial”. Eso era como decir que no había ni que abrir el capot, porque adentro estaba el súper motor que solo se podía arreglar en el concesionario oficial. ¿Y cuando llegó el motor con cuatro válvulas por cilindro? Obvio que era una ventaja en todos los aspectos, pero vaya uno a saber quien era el ingeniero que podía echarle mano al “complicado” funcionamiento, si algo le pasaba a ese moderno motor de última generación.

Antes, los motores eran muy simples, con una llave se podía desarmar medio auto, se cambiaban las piezas defectuosas, se limpiaba el resto, se armaba y listo. Teníamos auto para unos cuantos kilómetros más. La tecnología nos sacó ese entretenimiento de fin de semana. Ahora a lo sumo, a los autos nuevos, se los puede lavar con jabones y ceras especiales y esponjas ecológicas, sin derrochar agua y en horarios que no moleste al vecino. Ahora entiendo porque decimos que antes era mejor…

Imaginen cuando Porsche lanzó su primer turbo. A principios de la década del ’70, la producción se basaba en el Porsche 914 que vimos en el último capítulo y el mítico 911 que era equipado con el motor de 2.7 litros. En busca de mayor potencia, para 1973 se presentan las versiones RS 3.0 y RSR 3.0. Sin embargo, la famosa crisis del petróleo, hacía que los ingenieros piensen en como aumentar la potencia, tratando de mantener el consumo. De ahí surgió la idea de proyectar un motor con turbo.

La experiencia de los motores turbo, estaba dada por las competencias en la serie Can-Am, donde los Porsche había desarrollado potencias cercanas a los mil caballo. El prototipo se presentó en el Salón de Frankfurt de 1973 y la versión definitiva en el Salón de París del año siguiente. Los mayores problemas de fiabilidad y de las altas temperaturas que generan estos motores estaban resueltos en el Turbo KKK. También presentaba inyección electrónica K-Jetronic, y encendido electrónico HKZ. Todo este conjunto tecnológico hacía que la potencia sea de 260 CV. Pero eso sí, olvídense que Don Julio lo ponga a punto….
 
La caja de cambio era de solo cuatro marchas, debido a que los engranajes se debieron reforzar aumentando el tamaño. El resultado dio que no haya lugar para una quinta marcha en la carcaza de la caja de cambios. Como la velocidad final trepó a los 250 km/h, hubo que hacer un trabajo en la aerodinámica, que consistió en el ensanchamiento de los guardabarros para recibir los nuevos Pirelli P7 (bajo pedido), un nuevo spoiler delantero y un alerón trasero, casi unificado con el capot, que permitía la refrigeración del nuevo motor.

En un principio solo se ofrecía en versión coupé, debido a la torsión que presentaba tanta potencia. En 1977 el motor fue llevado a los 3.3 litros y en 1986 se presentaron las versiones Cabrio y Targa que se mantuvieron en producción hasta 1989, año en que cesó el 930. El resultado en todos eso años fue bueno, considerando que en un principio, los clientes veían con recelo a la nueva tecnología. El principal argumento, era la desconfianza de los clientes al Turbo y a la brusquedad del mismo para entregar la potencia. En cuanto estos paradigmas se derrumbaron, todo amante de Porsche quiere un Turbo, como el próximo modelo que va a ser el 924

Las fotos son de la miniatura del fascículo 24 del coleccionable Car Collection, editorial DelPrado. Tiene varios defectos, como el exceso de pintura, la falta de limpiaparabrisas trasero, las luces traseras pintadas, las manijas son una sola pieza con las puertas… Pero la verdad es, que como tienen un par de años, me cae muy bien. Si quieren comparar, vean el video.

Saludos para todos, nos vemos en La Autopista.

viernes, 1 de febrero de 2013

Opel Manta (1986)

Por alguna cuestión intrínseca, la mayoría de los que coleccionamos miniaturas, prefiere los autos viejos a los nuevos. No importa si el modelo real es mejor o peor que sus antecesores, pero los autos modernos nos causan repulsión. Podemos estar ante la mejor miniatura del último auto del múltiple campeón Sebastian Loeb, pero antes de ese modelito, elegimos este Opel Manta de 1986 aunque nunca lo hayamos visto correr. Si será complicado el coleccionista, ¿no?
Podemos hacer como hacen los psicólogos y echarles la culpa a nuestros padres por grabarnos la leyenda “Todo tiempo pasado fue mejor”. Nos jactamos que los autos de nuestra niñez, eran mejores, puesto que la chapa era “así de gruesa” y ahora son de papel. No importa que antes fuéramos en un Falcon y si chocábamos no quedaba nadie vivo en su interior. Lo que nos importa, es que esa sensación de robustez, no la trasmite ningún auto actual, aunque saltemos con ellos desde un décimo piso y no tengamos ni un rasguño. Estoy exagerando, pero el pensamiento es genuino.

Los motores es otro tema. La sensación de potencia que transmitía un 3 litros era inigualable, el motor bramaba, todo el habitáculo vibraba al compás de los pistones, mientras que litros de combustible desaparecían en minutos. Hoy nos subimos a nuestro auto con su motor de modesto litro y medio y tenemos que mirar el tablero para ver si está encendido. Claro, no nos importa que este artefacto tenga mayor velocidad final, mejor aceleración y que consuma menos de la mitad del viejo mastodonte. Lo que nos importa es que las sensaciones de antes nos hacían sentir que estábamos arriba de una máquina, mientras que los actuales automóviles no nos trasmiten esa sensación de energía. Como dice el Gaucho, son electrodomésticos. Aunque tengan más potencia


¿Y los cromados? Hace muchos años, todo accesorio era cromado, como para dejar bien en claro que uno estaba frente a una verdadera máquina. Espejos, llantas, baguetas, insignias, paragolpes, todo era cromado. De golpe, a la sociedad le pareció que era demasiado la violencia en las calles y los autos tuvieron que ser más amigables. El plástico se hizo más económico y los autos empezaron a tener cara de buena persona, gracias a que todo lo que era de color plateado, pasó a ser de color negro, gracias al nuevo material. Y hoy, cuando gracias a las nuevas tecnologías, algunos accesorios de plástico vuelven a tener ese hermoso color cromado, nosotros, los de la vieja escuela no los aceptamos, porque no solo queremos el color, también queremos que sea de metal. Aunque los vehículos actuales pesan la mitad y mejoran el consumo, nosotros nos seguimos aferrando a la idea de que es mejor si es de metal. ¡Y que sea pesado!!!

Cuando voy en la GTX de mi amigo Victor, que la tiene inmaculada, tenemos varios problemas. En verano, podemos llegar a salir con golpes de calor debido a la temperatura del habitáculo y en invierno, llevamos camperas, para usar solamente dentro del auto. Si abrimos los pasos de aire, la tierra que empieza a entrar puede dificultar la respiración, al punto que no permite que suban personas con problemas asmáticos. Y obviamente que si vamos rápidos, nos comunicamos por señas, porque el ruido impide el habla. En cambio, en un auto moderno, nada de eso sucede. Todos tienen un microclima a gusto del pasajero. Pero eso tampoco nos importa, los autos de la infancia eran mejores.

Es decir, que básicamente los autos de antaño son puro defecto. Son gigantes y no entran en ninguna cochera actual. Consumen a un ritmo que de haber seguido con esos motores, ya se hubiese terminado el petróleo. Son pesados y muy inseguros para sus ocupantes. Y para todo aquel que se interponga en su camino. Lentos y pesados, como si fuese un elefante trotando. Hacer un viaje de mil kilómetros, era como correr el Dakar actual. Una verdadera aventura, con final incierto. Sin embargo, nosotros disfrutamos mucho más la miniatura de esa vieja máquina, que de un actual electrodoméstico.  
Tal vez, y si todavía estamos, a los autos actuales los vayamos a querer dentro de 30 años. Debe ser porque el ser humano se niega a los cambios. Todo aquello que amenace su área de confort es su enemigo. Si yo estoy bien con este auto, ¿Por qué lo voy a cambiar? Uno tiene temor a lo desconocido, aunque nos aseguren que es mejor. Por algo también nos grabaron el dicho: “Mejor malo conocido, que bueno por conocer”

Este viejo Opel Manta, disputó la apertura del calendario 1986 en Montecarlo, en manos del alemán Manfred Hero. Obviamente, poco pudo hacer ante las bestias del grupo B y terminó en un honroso puesto once. Tal vez, si esa categoría hubiese seguido varios años, este modelo y sus evoluciones hoy serían una parte importante en la historia del Rally Mundial.

La réplica que ven en las fotos, corresponde al fascículo número 23 de la colección Rally de Montecarlo, editorial Altaya. Por el mismo precio pueden ver el video.

Saludos para todos, y recuerden que este blog es un enlace.