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martes, 26 de julio de 2022

Mercedes Benz 300 D Landaulet (1963)

En 1878, me recibí de doctor en Medicina en la Universidad de Londres y, a continuación, me dirigí a Netley, para realizar el curso obligatorio a fin de convertirme en cirujano en el ejército. Luego de completar ese estudio ejercí como auxiliar —como médico cirujano— del Quinto Regimiento de infantes de Northumberland. Antes de que pudiera incorporarme a dicho regimiento, que se encontraba en la India, se desató la segunda guerra de Afganistán. Llegado a Bombay, supe que mi unidad había atravesado los pasos fronterizos y había pasado al país enemigo, no obstante lo cual me dispuse a continuar el viaje en compañía de otros oficiales, que estaban en idéntica situación. Junto a ellos logré llegar a Kandahar, donde me uní a mi regimiento y de inmediato comencé mi nuevo servicio. 

Aunque, para muchos, dicha campaña redundó en honores y ascensos, a mí solo me trajo desdichas. Al comenzar la batalla de Maiwand, yo había sido separado de mi brigada y había sido asignado a las tropas del Berkshire. Allí, me hirió una bala explosiva que me destrozó el hueso y rozó la arteria del subclavio. De no ser por el coraje y la leal actitud de mi ayudante Murray, que me cargó como una bolsa en un caballo y pudo llevarme hasta las líneas británicas, seguramente los ghazis asesinos me habrían atrapado. Exhausto y débil a causa del dolor y las fatigas soportadas, fui trasladado al hospital de base de Peshawar en un extenso convoy de heridos. Ya me estaba restableciendo allí, a tal punto que paseaba por las salas y hasta salía a tomar algo de sol en la terraza, cuando el tifus, ese azote de nuestras posesiones en la India, me atacó. Temieron que muriera durante meses, hasta que por fin reaccioné y comencé mi convalecencia. Sin embargo, tal era mi estado de debilidad que el Consejo Médico dictaminó que regresara inmediatamente a Inglaterra. 

Así pues, me embarcaron en el transporte militar Orontes y, luego de un mes, arribé al muelle de Portsmouth transformado en una auténtica piltrafa, aunque con un permiso extendido por un gobierno paternalista para que en nueve meses me recompusiera. 

Como en Inglaterra carecía de parientes o amigos, era totalmente libre como el aire o tanto como un hombre puede serlo con un ingreso de once chelines y seis peniques al día. Como era de suponer en una situación como aquella, me dirigí a Londres, ese gran reducto al que todos los que disfrutan de un tiempo de ocio se ven atraídos de manera irresistible. Me hospedé, entonces, en un buen hotel del Strand y por un período llevé una vida sin comodidades ni objetivos, y gasté mi dinero con mucha mayor prodigalidad de lo que debía. Tan alarmante comenzó a ser mi situación financiera que no demoré en comprender que, si quería permanecer en la gran ciudad y pretendía no regresar al campo para llevar una dura vida rural, debía cambiar mi estilo de vida por completo. Decidí esto último y, en consecuencia, comencé por dejar el hotel y mudarme a una habitación más barata y sin tantas pretensiones. 

Justo el día en que llegué a tal conclusión, mientras estaba en el bar Criterios, sentí unos golpecitos en el hombro. Me di vuelta y vi que era el joven Stamford, que había trabajado como practicante bajo mis órdenes en el Barts. Para una persona solitaria, resulta sumamente grato encontrar una cara amiga en la inmensa y extraña multitud de Londres.

Si bien Stamford no era un gran amigo mío exactamente, en esa ocasión lo saludé entusiasmado y él pareció contento de verme. Preso de una gran alegría, lo invité a almorzar en Holborn, y hacia allí fuimos en un carruaje de alquiler. 

—¿Y qué fue de su vida, Watson?

 

(Arthur Conan Doyle: “Estudio en Escarlata” 1887)

8 comentarios:

  1. Un coche señorial, precioso, impresionante... Creo que pertenece a una serie de coches presidenciales de los cuales alguno tengo.

    Un saludo!!

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    1. Hola Antonio!

      Si, pertenece a la colección "Voitures de chefs d'état" de editorial Atlas. Tiene lindos modelos y fuera de los coleccionables que vemos hoy en día. Me gustaría poder dar con otros de ellos.

      Saludos!!!!!

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  2. Hace unos días acabo de terminar de leer los ocho tomos (cuatro novelas -dos ocupan un solo tomo- y cinco colecciones de cuentos) de Arthur Conan Doyle sobre Sherlock Holmes. Me llevó casi un año, se vuelve pesado y repetitivo, ya que muchos de los cuentos son similares entre sí. Pero es indudable que su escritura es maravillosa. El mejor, para mi gusto, es El sabueso de los Baskerville.
    Abrazo!

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    1. Hola Juanh!

      Creo que leer toda la obra de un autor de corrido es perjudicial para la salud literaria... Es cierto, muchos cuentos y novelas se hacen repetitivos especialmente en la resolución de los enigmas, como sucede con Agatha Cristhie. Pero la verdad es que para mi gusto, son esenciales para quien quiera empezar con el hábito de la lectura.

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    2. Cuando puedo leer toda una obra de corrido trato de hacerlo: ocho tomos de Cortázar (más una biografía y un libro con sus cartas), varios libros de Arlt, las seis novelas de la saga Millennium (tres por Stieg Larsson y tres por David Lagercrantz), y todo lo que pueda conseguir. Es que ya llevo medio siglo de lecturas y es un hábito que me acompaña desde hace décadas. Ahora le toca a Margaret Atwood y Los testamentos, continuación de El cuento de la criada.
      Entre medio, escribo mis cuentos.
      Abrazo!

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    3. Yo soy muy mal lector. Hago zapping literario... Empiezo un libro y un día arranco con otro, voy a una revista de hace 80 años y vuelvo al primer libro, para dejarlo a los días para leer una enciclopedia sobre barcos... Y de golpe leo de un tirón a José Ingenieros o a Sherlock....
      Se que está mal, pero me gusta el desorden mental de ideas.

      Debe ser por eso, que he optado por usar distintas palabras ajenas, para acompañar a los autos

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  3. Elemental mi Querido Vasco!
    Valga el texto para resaltar los horrores de la guerra, antes, ahora y siempre. Nadie gana, ni siquiera los vencedores.
    Y si se salva de la guerra, lo agarra la malaria (me refiero a la de nuestro país).
    Me soprende el Mercho, me tuvo con el detalle del estribo, es de esas cosas que nadie notaría si las omiten, pero se ponen las pilas, y ahí está el pequeño estribo!

    PD: es texto original de Doyle? siempre pensé que era más arrevesado para escribir.

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    1. Hola Gaucho!

      Si, es original de Doyle, salvando la traducción. Es el primer cuento de Sherlock, donde Watson busca un lugar para vivir y su amigo Stamford le comenta que un tal Holmes busca compañero.

      Del Mercedes me gustan sus detalles, pero no su interior... Hace varios años lo conseguí en una feria de antigüedades, cerrado en su caja. ¡Que lindo que era encontrar esas rarezas en lugares aún más raros!
      Extraño la ausencia de coleccionables...

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