
Hoy repetimos un
modelo, pero por suerte nada tiene que ver con la otra versión. Es que antes, en
los comienzos de la locomoción, los autos no eran producidos en serie, por lo
que era difícil encontrar dos modelos iguales. Y si hablamos de autos, prácticamente
hechos a pedido, la existencia de dos modelos homónimos era imposible. Veamos
entonces este Bugatti Type 41 Royale Cabriolet Weinberg de 1932. Gracias a Ettore
y Jean!!!!

La historia dice, que “El
Patrón” venía pensando en hacer un gran auto de lujo desde antes de la Primera
Guerra Mundial, que interrumpió todo el proyecto, pero que sirvió para desarrollar
tecnológicamente los motores franceses, ya que eran usados en algunos aviones.
Cuando llegó el armisticio, padre e hijo se pusieron en marcha en la
fabricación de distintos modelos de motores. Así aparecieron desde 4 cilindros hasta
motores de ocho cilindros que sirvieron para distintos modelos de la marca.

Como estos modelos le
dieron un bienestar económico, decidió ejecutar el mejor modelo de lujo jamás
creado, ya que estaba dispuesto a superar a Rolls Royce. Según cuenta la
leyenda, tal determinación la tomó, al recibir el comentario de una dama de la
alta sociedad, que dijo que los autos ingleses eran mejores. Al parecer a Don
Ettore no le gustaron ni un poquito esas palabras.

Lo primero que
determino fue la cilindrada del nuevo motor. 14.726 cc le pareció un lindo
número. Si, casi 15 litros de cilindrada para el nuevo 8 cilindros en línea.
Para que tengan una idea, un solo cilindro tenía un poco más de 1,8 litros, es
decir más que mi auto actual. Las medidas del motor, eran de casi metro y medio de largo
por más de un metro de altura. Esta configuración había sido utilizada por el
Ministerio de Guerra Francés y a Bugatti le pareció la más acertada.

El primer motor lo
montó en un chasis Packard. El embrague y la caja de cambios eran de aluminio y
estaban sobre el eje trasero, para distribuir el peso y evitar los ruidos a sus
ocupantes. Luego se realizó el propio chasis al que se le agregaron las suspensiones
de ballestas, unos frenos de 24 pulgadas de diámetro y un volante de madera de
nogal, adornado con botones y perillas hechos con hueso de ballena. El radiador
lucía el famoso elefante parado en sus patas traseras.

La idea era fabricar
unas 25 unidades dirigidas a Reyes, Emperadores o Zares. Él quería un auto para
gente más allá de la clase alta. Pero no contó con la gran depresión del 30 que
hizo que los posibles compradores, bajen su perfil ante tanta pobreza. De los
25, solo se fabricaron 6 unidades, todas con distintas carrocerías. La primera unidad,
que tenía el chasis Packard quedó en la familia y se la denomina Coupé Napoleón.
Al parecer en un viaje por Francia, Ettore se quedó dormido y la unidad sufrió un
grave accidente. Para su reconstrucción se utilizó un chasis Bugatti y hoy
descansa en el Museo Nacional del Automóvil de Mulhouse.

El cuarto modelo fue
vendido al heredero de una gran tienda en Boston y se la denomina Limousine
Parque Ward. Hoy se la puede ver también en Mulhouse. El quinto chasis,
denominado simplemente como Kellner, no se vendió y en la actualidad, ha sido
mostrado en varias ocasiones por un ciudadano suizo, pero se desconoce a su
propietario. El último que se fabricó también se lo quedó la Familia Bugatti y
se lo conoce como Berline de Voyage que hoy descansa en la colección privada
del Museo Blackhawk Automotive.

El modelo Coupe de
Ville Carpeta fue el segundo que se construyó. Originalmente era la llamada
Cabriolet Esders, nombre de quienes fueron sus primeros dueños. Luego fue vendida a un
político francés quien le dio a Henri Carpeta la difícil tarea de rediseñar la
carrocería. Este modelo en la actualidad es propiedad de Volkswagen, dueña de
la actual Bugatti, que utiliza este Royale para fines promocionales. La
Cabriolet Esders que está en Mulhouse fue construida en base a partes
originales. Sin embargo, para los más puristas es una réplica y no un auto
original.
Y para finalizar nos
queda el tercer chasis que fue vendido a un médico alemán llamado Josef Fuchs, quien
contrato al carrocero Ludwing Weinberg que diseñe la única carrocería “convertible”
de un Royale. Cuando las cosas en Alemania se pusieron un poco peligrosas, el
dueño decidió ir a Italia, pero obviamente no fue una buena decisión. Entonces
se dirigió a Japón… Finalmente se fue a EE.UU, siempre con su Royale. En 1946,
un dirigente de la GM conocido como Chayne, compró el modelo por U$S400 en un
depósito de chatarras. Después de más de una década de restauración y varios dólares
más, el auto estuvo terminado y su propietario lo donó al Museo Henry Ford.
Este modelo es el que
nos acompaña, el cual pertenece a la colección Car Collection de Editorial
DelPrado. En
el video, casero pero único, pueden verla en escala real.