Cuando se acercaba a los trece años, mi hermano
Jem sufrió una peligrosa fractura del brazo, a la altura del codo. Cuando sanó,
y sus temores de que jamás podría volver a jugar al fútbol se mitigaron, raras
veces se acordaba de aquel percance. El brazo izquierdo le quedó algo más corto
que el derecho; si estaba de pie o andaba, el dorso de la mano le formaba
ángulo recto con el cuerpo, el pulgar rozaba el muslo. A Jem no podía
preocuparle menos, con tal de que pudiera pasar y chutar.
Cuando hubieron transcurrido años suficientes
para examinarlos con mirada retrospectiva, a veces discutíamos los
acontecimientos que condujeron a aquel accidente. Yo sostengo que Ewells fue la
causa primera de todo ello, pero Jem, que tenía cuatro años más que yo, decía
que aquello empezó mucho antes. Afirmaba que empezó el verano en que Dill vino
a vernos, cuando nos hizo concebir por primera vez la idea de hacer salir a Boo
Radley.
Yo replicaba que, puestos a mirar las cosas con tanta perspectiva, todo empezó en realidad con Andrew Jackson. Si el general Jackson no hubiera perseguido a los indios creek valle arriba, Simon Finch nunca habría llegado a Alabama.
¿Dónde estaríamos nosotros entonces?Como no teníamos ya edad para terminar la discusión a puñetazos, decidimos consultar a Atticus. Nuestro padre dijo que ambos teníamos razón.
Siendo del Sur, constituía un motivo de
vergüenza para algunos miembros de la familia el hecho de que no constara que
habíamos tenido antepasados en uno de los dos bandos de la batalla de Hastings.
No teníamos más que a Simon Finch, un boticario y peletero de Cornwall, cuya
piedad sólo cedía el puesto a su tacañería.
En Inglaterra, a Simon le irritaba
la persecución de los sedicentes metodistas a manos de sus hermanos más
liberales, y como Simón se daba el nombre de metodista, surcó el Atlántico hasta
Filadelfia, de ahí pasó a Jamaica, de ahí a Mobile y de ahí subió a Saint
Stephens. Teniendo bien presentes las estrictas normas de John Wesley sobre el
uso de muchas palabras al vender y al comprar, Simon amasó una buena suma
ejerciendo la Medicina, pero en este empeño fue desdichado por haber cedido a
la tensión de hacer algo que no fuera para la mayor gloria de Dios, como por
ejemplo, acumular oro y otras riquezas. Así, habiendo olvidado lo dicho por su
maestro acerca de la posesión de instrumentos humanos, compró tres esclavos y
con su ayuda fundó una heredad a orillas del río Alabama, a unas cuarenta
millas más arriba de Saint Stephens. Volvió a Saint Stephens una sola vez a
buscar esposa, y con ésta estableció una dinastía que empezó con un buen número
de hijas. Simón vivió hasta una edad impresionante y murió rico.
Era costumbre que los hombres de la familia se
quedaran en la hacienda de Simon, Desembarcadero de Finch, y se ganasen la vida
con el algodón. La propiedad se bastaba a sí misma. Aunque modesto si se
comparaba con los imperios que lo rodeaban, el Desembarcadero producía todo lo
que se requiere para vivir, excepto el hielo, la harina de trigo y las prendas
de vestir, que le proporcionaban las embarcaciones fluviales de Mobile.
(Harper Lee: “Matar a un ruiseñor” 1960)
Qué vehículo extraño, aunque parece que muy bien adaptado a lo que se pretendía (llevar gente y cosas por caminos medianamente buenos). Sé que los brasileños tuvieron una fauna local bastante curiosa, este modelo entra ahí por derecho propio.
ResponderEliminarGracias por el cachito de novela, la verdad es que la película era una pura delicia y la he visto varias veces.
Abrazos y Feliz 2023 para ti y tus lectores!
Hola Antonio!!!
EliminarEs un vehículo extraño para la época, pero hoy las camionetas de 4 plazas están poblando las calles. Es un mix del deseo: el hombre tiene su camioneta, y la mujer tiene su vehículo para la familia.
Pero a veces me parece que algunos modelos no llegan a ser ninguno de los dos.
Saludos Antonio y buen año!!!!!
Me sorprende el poder de síntesis de este tipo, la vida de Simón en media carilla, sobre todo cuando hay tipos que escriben varios capítulos sobre el momento que tomó agarrar cucharita y revolver el café.
ResponderEliminarEn cuanto a la chata, salvando las distancias, pareciera un antepasado metafísico de la Amarok. Pensar que en ese momento, una camioneta con cuatro asientos se veía como una extravagancia y hoy son dueñas de todo un nicho en la escala automotor.
De todos modos, me permito una meditación al respecto.
Estas camionetas de cuatro plazas pretenden ser el eslabón perdido entre el auto y la camioneta propiamente dicha. Todos los parámetros de diseño promedian las necesidades y posibilidades de autos y camionetas.
Excepto el apartado suspensión. En los sesenta, casi todas estas camionetas eran bajas, como si conservaran la altura de los autos, y hoy las hacen más altas, apuntando más al mercado camionetero.
Vió?
Hola Gaucho!!!
EliminarMe alegro que se sorprenda del poder de sintesis de Harper Lee. Y espero que no se sorprenda al enterarse que era una mujer.
Para esos años, el libro causó un gran revuelo por su mirada sobre la discriminación y por mucho tiempo, fue lectura obligada en las escuelas de Estados Unidos. Lamentablemente, parece que las letras de Harper Lee no alcanzaron para cambiar la mentalidad racista de algunos individuos.
Recuerdo ver las camionetas de 4 cabinas y pensar automáticamente que sus ocupantes eran trabajadores. Hoy solo sirven para afirmar que uno es feliz poseedor de una camioneta, para llevar a los chicos al colegio....
No hemos aprendido nada.
Saludos!!!!
Hermosa chata, como le dicen en el campo, brasileña amigo Vasco. Es bueno tener colecciones de países vecinos al alcance de la mano.
ResponderEliminarAbrazo y buen 2023.
Hola Juanh!!!
EliminarMe gustan las colecciones extranjeras, porque es como asomarse un poquito a otras ciudades. Es una buena manera de saber que no todos los países son iguales.
Saludos!!!!!