—¡Es inútil! —exclamó Lamont, con brusquedad—. No he obtenido ningún
resultado.
Su expresión sombría concordaba bien con las profundas cuencas de sus
ojos y la leve simetría de su largo mentón. Aquella gravedad se advertía
incluso en sus momentos de buen humor, y éste no era uno de ellos. Su segunda
entrevista formal con Hallam había sido un fracaso mayor que la primera.
—No exagere —dijo Myron Bronovski, con tono plácido—. Usted ya lo esperaba,
según me dijo.
Estaba tirando cacahuetes al aire y los cogía con sus labios gruesos
mientras caían. Nunca fallaba. No era muy alto, ni muy delgado.
—Esto no lo convierte en agradable. Pero tiene razón, no importa. Hay otras
cosas que puedo hacer y que estoy decidido a hacer y, aparte de eso, dependo de
usted. Si por lo menos pudiera descubrir...
—No siga, Pete. Ya lo he oído otras veces. Todo lo que he de hacer es descifrar
la mentalidad de una inteligencia inhumana.
—Una inteligencia sobrehumana. Esas criaturas del parauniverso están intentando
hacerse comprender.
—Tal vez —suspiró Bronovski—, pero intentan hacerlo a través de mi inteligencia,
que en ciertas ocasiones considero por encima de la humana, pero no demasiado.
A veces, en plena noche, no puedo conciliar el sueño y me pregunto si
inteligencias diferentes pueden llegar a comunicarse; o si he tenido un mal
día, dudo de que la frase «inteligencias diferentes» tenga algún significado.
—Lo tiene —declaró Lamont, salvajemente, cerrando los puños dentro de
los bolsillos de su bata. Se refiere a Hallam y a mí. Se refiere a ese héroe de
pacotilla, el doctor Frederick Hallam, y a mí. Somos inteligencias diferentes
porque cuándo le hablo no me comprende. Su cara de idiota se pone cada vez más
roja, sus ojos se hacen saltones y sus orejas se bloquean. Yo diría que su
mente deja de funcionar, pero me falta la prueba de cualquier otro factor que
pueda provocar esta interrupción de su funcionamiento.
Bronovski murmuró
—Vaya manera de hablar del Padre de la Bomba de Electrones.
—Eso es. Considerado como el Padre de la Bomba de Electrones. Un nacimiento
bastardo como el que más. Su contribución fue la menor en sustancia. Lo sé.
—Yo también lo sé. Me lo ha dicho usted a menudo —replicó Bronovski, tirando
otro cacahuete al aire.
Tampoco esta vez falló.
(Isaac
Asimov: “Contra la estupidez” 1972)
Bien Asimov, alguna vez leí algo pero ya ni lo recordaba. El inventor del robot, al menos como concepto, y las famosas leyes de la robótica, no es poca cosa. Se ve que se dedicaba a la ciencia ficción, pero el tipo era un filósofo.
ResponderEliminarLindo el Giulia, y muy raro. Deben ser jodidos con las licencias, porque no se ven tantos Alfas.
Isaac tiene muchos libros interesantes, con una mirada del futuro entre esperanzadora y apocalíptica. Tiene para todos los gustos.
EliminarNo me había dado cuenta de la escasez de autitos de la casa Alfa. Pero de seguro que es en nuestras tierras. Este modelito es de la Alfa Collection, coleccionable italiano de 80 figuritas. Perdón, modelos
Muy lindo Alfa, varias veces lo vi en ML y lo dejé pasar. Ahora que se complica comprar en Ebay lo voy a buscar (seguro que ya no está, je), por ahí lo sumo.
ResponderEliminarAbrazo!
Hola Juanh!
EliminarSon de esas compras que uno no sabe que no van a volver a repetirse.
El colecionable de Alfa Romeo es de 80 autitos, de los que he podido ver a solo 7 civiles. Es decir que tenés más de 70 modelos para traer.
Seguro que tenés algún amigo coleccionista que te pueda conseguir y enviar varios. Hoy son económicos en Europa.
Acá no.....
Saludos!!!!!