domingo, 9 de junio de 2024

Dodge GTX (1972)

Hoy les presentó el único “Muscle Car” argentino. Pero esta vez, en lugar de hacerlo en 1/43, tengo el lujo de hacerlo en escala real. Y esto se lo agradezco a un amigo de la infancia, que desde pequeño soñaba con tenerla y como tenaz que es, lo ha logrado hace varios años. Para ello, hace más de 20 años compró este modelo, no en el estado que se los presento. De hecho, como persona precavida que es, lo que más examinó en ese momento crucial de su vida, fue el estado de la documentación.

Y luego llegaron interminables años de un trabajo milimétrico para conseguir el resultado final. Recuerdo los kilómetros hechos en busca de todas las baguetas y burletes. Ni que decir de la tela interior del techo. Y seleccionar el color no fue tarea fácil. Había que elegir un tono que pueda ser reproducido en un futuro, ante cualquier contratiempo. Pero la persistencia de un coleccionista no conoce imposibles, y así fue como concretó su sueño.

Se que tener este auto, no es lo mismo que coleccionar autitos. Pero creo que la constancia es similar. Él estuvo años soñando con comprarla, juntando los ahorros de años de trabajo, buscando una coupé que aparte de tener un buen casco, tenga buenos papeles. Y una vez alcanzada, su pasatiempo pasó a ser el arduo trabajo que le demandó. Muchos le han dicho, como a cualquier coleccionista, que la venda y que disfrute del dinero. Pero, ¿qué saben de pasiones aquellos que desconocen estos pasatiempos?

Este hermoso modelo, tiene en sus entrañas uno de los pocos V8 aparecidos en la Argentina. Y este se ha llevado muchas horas de trabajo, para que quede de manera excepcional. Y con el paso del tiempo, incorporó algunas mejoras, pero tratando de conservarlo lo más cercano al modelo original.

Para entender de qué se trata este motor, les dejó parte del “Test” de la revista Automundo de diciembre de 1970:

“Cuando se gira la llave de contacto del GTX con el motor frío, un sordo zumbido invade el habitáculo y resulta difícil resistir la tentación de dar rienda suelta a los 212 HP que encierra su capot. Tratándose de un auto no enteramente deportivo, llama la atención el alto nivel de ruido del motor y en forma instintiva buscamos el cuadrante del cuenta revoluciones. La aguja clavada en 1.400 rpm nos da la respuesta: el auto está equipado con cebador automático. La solución es muy cómoda porque hace posible los arranques en frío sin preocuparse por tirar de la perilla del cebador, pero se traduce en un consumo bastante elevado cuando se maneja en invierno efectuando paradas prolongadas.

Tan pronto como el motor alcanza la temperatura normal de funcionamiento, el zumbido se vuelve casi imperceptible. Al apretar el pedal del embrague nos hacemos la ilusión de que todo ha de ser suavidad durante el manejo... pero cuando tratamos de colocar la primera experimentamos una desilusión. La caja requiere un buen brazo para poder accionarla, y el sistema de selección hace necesarios varios minutos de práctica, para que estemos bien seguros de cual es la relación que acabamos de insertar. Bueno, al fin y al cabo, el que pretende un auto deportivo debe saber que hacer los cambios es una de las tareas más fatigosas que se ven obligados a realizar los pilotos profesionales.

La increíble elasticidad del poderoso motor salva la situación a los "perezosos"; el rango de la segunda es más que suficiente para casi todas las circunstancias de la circulación urbana, y aún en tercera el auto es capaz de acelerar partiendo de velocidades del orden de los treinta kilómetros por hora. Por supuesto que para hacer estas "herejías" sin que el motor se queje pistoneando, hay que acelerar con la parsimonia de un señor entrado en años. Cuando empezamos a familiarizarnos con el auto como para exigirlo un poco más a fondo notamos el acelerador un poco duro. Pronto comprendimos que esta aparente incomodidad respondía a razones de seguridad. Administrar 212 HP no es tarea sencilla. Basta un par de milímetros de diferencia en la posición del pedal para perder adherencia en una curva. Es preferible que la apertura del paso de mezcla a través de los carburadores se logre mediante un esfuerzo consciente por parte del conductor, que arriesgarse a que un movimiento del cuerpo desafortunado lleve al motor a regímenes más altos que los que su piloto desea...

...La velocidad máxima y el poder de aceleración están a la altura de lo que podía esperarse en un modelo cuyo principal argumento de ventas es la potencia. Bastan 9.2 segundos para ponerlo en 100 km/h partiendo del reposo, y recorriendo en ambos sentidos un kilómetro medido con exactitud, le cronometramos una máxima promedio de 198 km/h (el velocímetro indicada poco más de 220 km/h). Un rápido vistazo a las tablas adjuntas permitirá a los lectores formarse una idea más concreta de las posibilidades de auto. Si decide usted comprarlo y su automóvil actual es mucho menos potente, no se confíe demasiado los primeros días. El auto es muy seguro y su comportamiento carece de vicios peligrosos, pero al principio es probable que no tome conciencia de estar andando a 150 km/h. A estas velocidades hacen falta buenos reflejos cualquiera sea el auto que se esté manejando.

En cuanto a consumo, no haremos mayor hincapié. Indudablemente es elevado -"tirando" los cambios a 3.500 rpm consume 380 cm3 de nafta cada vez que se lo lleva de 0 a 160 km/h- pero se supone que quien está en condiciones de pagar lo que el GTX cuesta, no tendrá problemas para alimentarlo. Para los más "ahorradores", la fábrica ofrece una versión con motor de seis cilindros en línea y 3.700 cm3 cuyos 155 HP son más que suficientes para divertirse con economía.”

Por suerte, varios de nosotros la tenemos en escala. Alguna vez saldrá en el blog.

1 comentario:

  1. El Dodge es una maravilla, justamente el otro día estaba mirando nuevamente el video.
    Lo entiendo a su amigo, y también lo envidio.
    En estos días estoy barruntando la compra de un clásico, aunque tengo serias dudas sobre la usabilidad como coche diario. Y juega en mi contra mi total desconocimiento de la mecánica más básica, me rindo ante cualquier tarea de mayor complejidad que apretar un tornillo o dar un martillazo (o apretar el tornillo a martillazos), y por cualquier idiotez termino llevando el auto al mecánico. Francamente no tendría paciencia para salir de gira buscando una lamparita o un picaporte faltante.
    Y vuelvo a lo principal: la usabilidad. Un clásico es para llevar a exposiciones o encuentros de "amigos de la marca" (cosa que no me atrae en lo más mínimo). Y para el uso diario, hay que planificar "ok, voy a tu casa al asado, pero por favor dejame entrar el auto a tu patio, no puedo dejarlo en la calle", y tampoco sería negocio dejar el auto en playa de estacionamiento hasta cuando voy a la panadería.
    Resumiendo, mi clásico pasaría la vida guardado en mi garage (nota: Usted conoce mi casa, no tengo garage suficiente ni cerrado) sufriendo las inclemencias climáticas.
    Obviamente, la conclusión es que no me da el espinel para tener un clásico. Triste y definitivo.
    Me voy al baño a llorar un rato.

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Un clásico devorando litros....

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