Por lo general, cuando
uno tiene una buena idea, trata de repetirla y los resultados son horribles.
Por ejemplo, un equipo de futbol, el domingo es el mejor del mundo, pero a la
próxima fecha, repite el esquema y es el peor del campeonato. O un conjunto de
música, saca un cd que es inigualable y el siguiente es inescuchable. Y si
hablamos de mujeres, lo que es bueno para unas es odioso para otras. A las
empresas les pasa lo mismo. Sacan un automóvil exitoso y quieren repetir la
receta, con la esperanza de que el siguiente sea mejor. Eso es muy raro que
suceda, salvo contadas excepciones como el Ford Capri de 1972.
¿Cuántas veces
repetimos rituales, como si fuesen cábalas infalibles, para obtener el mismo
resultado? La esperanza de repetir ese golpe de gracia es ínfima, cuando sabemos
que se debió a la suerte. No sabemos si la moneda va a caer de nuestro lado y
nos aferramos a que se repita la última historia, cuando ya dábamos todo por
perdido y ganamos. En cambio, pocas veces aprovechamos la experiencia para
aplicarla en nuevas acciones, ya que confiamos más en la suerte que en la
razón.
Repetir historias no
es recomendable, puesto que las condiciones nunca son iguales. Podemos pensar
que el marco es parecido, pero después los hechos transcurren de manera
diferente. Hacer siempre lo mismo, es muy distinto a la experiencia y eso es lo
que hizo Ford en este caso. El Mustang en Estados Unidos era un éxito de ventas
que pronosticaba una larga vida al nuevo modelo. Que mejor entonces, que
reproducir estos palmares en Europa, con un nuevo vehículo, que tenga la
fórmula del Pony americano.
Los ingredientes eran
un coupé de aspecto muy deportivo, con prestaciones y precio similares a las
berlinas de la época como por ejemplo el Simca 1100 y con un arsenal casi
infinito de opcionales, para que el potencial cliente, puede tener un auto a su
medida. Como Ford Europa tenía una amplia gama de motores, cajas y
suspensiones, una gran parte del trabajo ya estaba hecha, por lo que solo
quedaba en el tintero las líneas del nuevo auto.
Como el proyecto se
trataba de un potro salvaje (Mustang) a la europea, se pensó en el nombre “Colt”,
ya que su significado es “Potro”. Pero al momento de registrarlo la gente de
Ford, se encontró con que estaba registrado por Mitsubishi, por lo que tuvo que
desistir de usarlo. Entonces se buscó un nombre europeo y se recurrió a Capri,
nombre de una isla italiana, perteneciente a la provincia de Nápoles, que ya
había sido utilizado por la filial Lincoln en la década del ’50 y más
recientemente por el Ford Classic inglés. A esto se sumaba que el nombre
itálico se familiarizaba con el Ford Cortina que estaba en producción. Negocio
redondo.
Su lanzamiento fue un
éxito, ya que en los tres primeros meses se vendieron treinta mil unidades, y
en los 6 años que duró la producción de esta primera generación de Capri, se
vendieron más de 1.200.000 unidades. Claramente, Ford había dado en el clavo,
no solo porque el auto era el que siempre
ha deseado según decía su slogan, sino también por una fuerte campaña
publicitaria, reforzada por los éxitos del Ford GT40 en Le Mans.
El Capri tuvo varias
generaciones y se fabricó hasta 1986 y a lo largo de todos sus años se
fabricaron casi 2 millones de vehículos. Su producción no fue mayor, debido a
que en Inglaterra su producción cesó tempranamente a favor del nuevo modelo de
la casa del óvalo denominado Escort. También fue exportado a los Estados
Unidos, donde llegó a ser el segundo modelo más importado, detrás del
legendario VW escarabajo. Y cuando dejó de comercializarse en Norteamérica, se
quedaron con la denominación para usarlo en el Mercury. Se ve que les gustaba
el nombre…
El modelo que nos
acompaña es de la entrega 37 de la colección Car Model de editorial DelPrado y
posiblemente sea fabricado por Universal Hobbie. Los especialistas darán el veredicto.
También les dejo unlindo video, donde lo pueden ver en todo su esplendor.