lunes, 26 de mayo de 2025

Renault 16 (1969)

Era 1965 y se vivían los años del baby boom de la postguerra, con las familias creciendo en integrantes y necesitando vehículos más grandes. El diseño del Renault 16 fue obra de Gastón Juchet. Diseñador industrial, así como también ingeniero de aerodinámica, Juchet fue requerido por Pierre Dreyfus, entonces director de la marca, para renovar el Fregate, que no acababa de cuajar en los mercados. Renault aplicó la idea del portón trasero y diseñó un coche con gran distancia entre ejes y amplio baúl, en una longitud de 4,24 metros donde todo resultaba muy aprovechable.

Renault presenta el modelo 16 en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1965 como una alternativa lujosa e innovadora a las berlinas del popular del segmento D. El R16 llega con una carrocería de dos volúmenes, un portón trasero con luneta integrada y tracción delantera, cuando los sedanes eran de tres volúmenes, con cuatro puertas y tracción trasera. Gracias a la versatilidad de su portón trasero, hasta entonces inédito en un coche de su tamaño, y su seductora línea con la parrilla en acero inoxidable y faros traseros en forma de almendra, el éxito fue inmediato y también el titulo de “coche del año”.

De su diseño se destaca la silueta bicuerpo de líneas dinámicas, la carrocería de 6 ventanillas, la línea de cintura baja, el techo elevado y la ausencia de canaletas para la lluvia. El Renault 16 se aparta radicalmente de los códigos estilísticos de su época y se resume en dos palabras: habitabilidad y versatilidad. Su espacio interior, organizado en torno a la funcionalidad, ofrece una variabilidad de opciones sin igual entre las berlinas de su época. El maletero puede organizarse en cuatro diseños diferentes, con capacidades de entre 346 y 1.200 litros, gracias a la bandeja trasera deslizante, plegable y desmontable.

Los asientos se diseñaron para adaptarse a todos los tipos de uso: instalación de un asiento para niños, posición de reposo, e incluso una posición que servía como cama para dos personas. Al haber sido concebido desde un inicio como vehículo con un enfoque diferente consiguió distanciarse de la competencia. Nadie tenía un producto similar. En el interior se destaca una gran amplitud para los cinco ocupantes con una comodidad de marcha envidiable, y las opciones novedosas como el cierre centralizado y ventanillas delanteras eléctricas

Técnicamente, Renault sigue con las barras de torsión traseras en el mismo plano horizontal. Por ello, la distancia entre ejes en el lado izquierdo mide 6 cm más que en el derecho. Para no robar espacio al baúl, la rueda de auxilio está en el vano motor, donde se aloja el primer motor de Renault fabricado íntegramente en aluminio. Inicialmente, esta mecánica de cuatro cilindros de aleación ligera entregaba 55 CV a partir de una cilindrada de 1,47 litros. Con el tiempo, la potencia aumentará hasta 93 CV en la versión TX de gama alta de 1973, a partir de un bloque de 1,65 litros. Este motor, potenciado, se utilizó después en los deportivos Alpine A110 y A310.

Tras la sorpresa inicial por el estilo poco convencional, rápidamente se gana al mercado en cuanto la gente comienza a valorar su practicidad. Se llegan a fabricar 1.851.502 unidades durante sus 15 años de producción. Para ello, se diseña en Sandouville, Normandia, una planta exclusiva para el nuevo modelo, aunque luego se suman Flins, Melbourne (Australia) y Novo Mesto (Yugoslavia). El Renault 16 es clave en la expansión internacional de Renault, ya que más de la mitad de unidades se exportan, incluida una versión especial adaptada al mercado estadounidense.

La unidad que nos acompaña pertenece a la una unidad destinada al equipo checo “AC Praga”. Por afinidad al equipo, debería acompañarlo cualquier Alpine, aunque el correcto es el A110 de Vladimir Hubacek. Un gran piloto checo que entre los años 50 y 70, compitió en coches de rally como el Škoda Octavia, el Renault 8 Gordini y el Alpine A110. Ganó un total de 25 carreras, incluyendo el Rally de la República Checa en tres ocasiones. Fue seis veces campeón del Campeonato Checoslovaco de Fórmula 3, cinco de ellos con el Lotus 41. En 1969, ganó la Copa de la Paz y la Amistad y también compitió en el Campeonato Soviético de Fórmula 3 y en el Campeonato de Fórmula 3 de Alemania del Este.

Vladimír Hubáček falleció el 2 de septiembre de 2021 a la edad de 89 años.

La miniatura 1/43, corresponde a Ixo para la colección Vehículos de Asistencia en Rallye de editorial Planeta

lunes, 7 de abril de 2025

Ford Mustang coupé (1968)

De mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad.

De la reputación y memoria legadas por mi progenitor: el carácter discreto y viril.

De mi madre el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos.

De mi bisabuelo: el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme servido de buenos maestros en casa, y el haber comprendido que, para tales fines, es preciso gastar con largueza.

De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los Azules, ni partidario de los parmularios ni de los escutarios; el soportar las fatigas y tener pocas necesidades; el trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a la calumnia.

De Diogneto: el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que cuentan los que hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras prácticas semejantes; y el no dedicarme a la cría de codornices ni sentir pasión por esas cosas; el soportar la conversación franca y familiarizarme con la filosofía; y el haber escuchado primero a Baquio, luego a Tandasis y Marciano; haber escrito diálogos en la niñez; y haber deseado el catre cubierto de piel de animal, y todas las demás prácticas vinculadas a la formación helénica.

De Rústico el haber concebido la idea de la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter; el no haberme desviado a la emulación sofistica, ni escribir tratados teóricos ni recitar discursillos de exhortación ni hacerme pasar por persona ascética o filántropo con vistosos alardes; y el haberme apartado de la retórica, de la poética y del refinamiento cortesano. Y el no pasear con la toga por casa ni hacer otras cosas semejantes. También el escribir las cartas de modo sencillo, como aquella que escribió él mismo desde Sinuesa a mi madre; el estar dispuesto a aceptar con indulgencia la llamada y la reconciliación con los que nos han ofendido y molestado, tan pronto como quieran retractarse; la lectura con precisión, sin contentarme con unas consideraciones globales, y el no dar mi asentimiento con prontitud a los charlatanes; el haber tomado contacto con los Recuerdos de Epicteto, de ¡os que me entregó una copia suya.

De Apolonio: la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones ni recursos fortuitos; no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la razón, ni siquiera por poco tiempo; el ser siempre inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las enfermedades prolongadas; el haber visto claramente en un modelo vivo que la misma persona puede ser muy rigurosa y al mismo tiempo desenfadada; el no mostrar un carácter irascible en las explicaciones; el haber visto a un hombre que claramente consideraba como la más ínfima de sus cualidades la experiencia y la diligencia en transmitir las explicaciones teóricas; el haber aprendido cómo hay que aceptar los aparentes favores de los amigos, sin dejarse sobornar por ellos ni rechazarlos sin tacto.

De Sexto la benevolencia, el ejemplo de una casa gobernada patriarcalmente, el proyecto de vivir conforme a la naturaleza; la dignidad sin afectación; el atender a los amigos con solicitud; la tolerancia con los ignorantes y con los que opinan sin reflexionar; la armonía con todos, de manera que su trato era más agradable que cualquier adulación, y le tenían en aquel preciso momento el máximo respeto; la capacidad de descubrir con método inductivo y ordenado los principios necesarios para la vida; el no haber dado nunca la impresión de cólera ni de ninguna otra pasión, antes bien, el ser el menos afectado por las pasiones y a la vez el que ama más entrañablemente a los hombres; el elogio, sin estridencias; el saber polifacécito, sin alardes.

De Alejandro el gramático: la aversión a criticar; el no reprender con injurias a los que han proferido un barbarismo, solecismo o sonido mal pronunciado, sino proclamar con destreza el término preciso que debía ser pronunciado, en forma de respuesta, o de ratificación o de una consideración en común sobre el tema mismo, no sobre la expresión gramatical, o por medio de cualquier otra sugerencia ocasional y apropiada.

De Frontón el haberme detenido a pensar cómo es la envidia, la astucia y la hipocresía propia del tirano, y que, en general, los que entre nosotros son llamados «eupátridas», son, en cierto modo, incapaces de afecto.


De Alejandro el platónico: el no decir a alguien muchas veces y sin necesidad o escribirle por carta: «Estoy ocupado», y no rechazar de este modo sistemáticamente las obligaciones que imponen las relaciones sociales, pretextando excesivas ocupaciones.

De Catulo: el no dar poca importancia a la queja de un amigo, aunque casualmente fuera infundada, sino intentar consolidar la relación habitual; el elogio cordial a los maestros, como se recuerda que lo hacían Domicio y Atenódoto; el amor verdadero por los hijos.

De «mi hermano» Severoe l amor a la familia, a la verdad y la justicia; el haber conocido, gracias a él, a Trascas, Helvidio, Catón, Dión, Bruto; el haber concebido la idea de una constitución basada en la igualdad ante la ley, regida por la equidad y la libertad de expresión igual para todos, y de una realeza que honra y respeta, por encima de todo, la libertad de sus súbditos. De él también: la uniformidad y constante aplicación al servicio de la filosofía; la beneficencia y generosidad constante; el optimismo y la confianza en la amistad de los amigos; ningún disimulo para con los que merecían su censura; el no requerir que sus amigos conjeturaran qué quería o qué no quería, pues estaba claro.


(Marco Aurelio: "Meditaciones" 175)



Un clásico devorando litros....

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