martes, 13 de septiembre de 2022

Pegaso Ekus (1988)

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lolita: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita. 

¿Tuvo Lolita una precursora? Por cierto que la tuvo. En verdad, Lolita no pudo existir para mí si un verano no hubiese amado a otra... «En un principado junto al mar.» ¿Cuándo? Tantos años antes de que naciera Lolita como tenía yo ese verano. Siempre puede uno contar con un asesino para una prosa fantástica.

Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que envidiaron los serafines de Poe, los errados, simples serafines de nobles alas. Mirad esta maraña de espinas. 

Nací en París en 1910. Mi padre era una persona suave, de trato fácil, una ensalada de orígenes raciales: ciudadano suizo de ascendencia francesa y austríaca, con una corriente del Danubio en las venas. Revisaré en un minuto algunas encantadoras postales de brillo azulino. Poseía un lujoso hotel en la Riviera. Su padre y sus dos abuelos habían vendido vino, alhajas y seda, respectivamente. A los treinta años se casó con una muchacha inglesa, hija de Jerome Dnn, el alpinista, y nieta de los párrocos de Dorset, expertos en temas oscuros: paleopedología y arpas eólicas. Mi madre, muy fotogénica, murió a causa de un absurdo accidente (un rayo durante un pic-nic) cuando tenía yo tres años, y salvo una zona de tibieza en el pasado más impenetrable, nada subsiste de ella en las hondonadas y valles del recuerdo sobre los cuales, si aún pueden ustedes sobrellevar mi estilo (escribo bajo vigilancia), se puso el sol de mi infancia: sin duda todos ustedes conocen esos fragantes resabios de días suspendidos, como moscas minúsculas, en torno de algún seto en flor o súbitamente invadido y atravesado por las trepadoras, al pie de una colina, en la penumbra estival: sedosa tibieza, dorados moscardones. 

La hermana mayor de mi madre, Sybil, casada con un primo de mi padre que le abandonó, servía en mi ámbito familiar como gobernanta gratuita y ama de llaves. Alguien me dijo después que estuvo enamorada de mi padre y que él, livianamente, sacó provecho de tal sentimiento en un día lluvioso, para olvidar la cosa cuando el tiempo aclaró. Yo le tenía mucho cariño, a pesar de la rigidez –la rigidez fatal– de algunas de sus normas. Quizá lo que ella deseaba era hacer de mí, en la plenitud del tiempo, un viudo mejor que mi padre.

Mi Sybil tenía los ojos azules, ribeteados de rojo, y la piel como de cera. Era poéticamente supersticiosa. Decía que estaba segura de morir no bien cumpliera yo dieciséis y así fue. Su marido, un gran traficante de perfumes, pasó la mayor parte del tiempo en Norteamérica, donde acabó fundando una compañía que adquirió bienes raíces.

Crecí como un niño feliz, saludable, en un mundo brillante de libros ilustrados, arena limpia, naranjos, perros amistosos, paisajes marítimos y rostros sonrientes. En torno a mí, la espléndida mansión Mirana giraba como una especie de universo privado, un cosmos blanqueado dentro del otro más vasto y azul que resplandecía fuera de él.

Desde la fregona de delantal hasta el potentado de franela, todos gustaban de mí, todos me mimaban. Maduras damas norteamericanas se apoyaban en sus bastones y se inclinaban hacia mí como torres de Pisa. Princesas rusas arruinadas que no podían pagar a mi padre me compraban bombones caros. Y él, mon cher petit papa, me sacaba a navegar y a pasear en bicicleta, me enseñaba a nadar y a zambullirme y a esquiar en el agua, me leía Don Quijote y Les Misérables y yo lo adoraba y lo respetaba y me enorgullecía de él cuando llegaban a mí las discusiones de los criados sobre sus varias amigas, seres hermosos y afectuosos que me festejaban mucho y vertían preciosas lágrimas sobre mi alegre orfandad.


(Vladimir Nabokov: “Lolita” 1955)

10 comentarios:

  1. Muy interesante Lolita, me gustó cómo escribe el señor Nabokov, que debo admitir que no conocía ni siquiera de nombre.
    El camión garrafero me simpatiza, me gusta la combinación de colores y el detalle de las bombonas enjauladas.
    La trompa dice Pegaso pero le veo ADN de VW, será de los tiempos en que los alemanes se hicieron del control de la fábrica?

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    1. Hoy, el Sr Nabokov estaría tras las rejas y el libro sería incendiado por los bomberos de Fahrenheit 451 (Otro texto que debería publicar).
      Es bueno leerlo, para saber lo que hemos perdido.

      No estoy muy al tanto de la historia de los camiones Pegaso. Por lo poco que he leído, en 1990 pasó a manos de Iveco.
      No se si estuvo bajo el mando alemán.

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  2. Pues sí, es un Volkswagen! Se fabricaron bajo licencia antes de que Iveco la comprase a finales de los años 80.

    Compartimos el modelo, fue el primero de la colección de Vehículos de Servicio y Reparto españoles, de excelente calidad y editada por Salvat.
    La verdad, me pregunto si no llegó a Argentina por Ebay o algo similar.

    Lolita, un nombre que me trae grandes recuerdos, y muy español además.

    Saludos!

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    1. Hola Antonio!!!

      Gracias por desasnarnos. El Gaucho tiene buen ojo.

      ¿Pegaso compró la licencia de los VW? ¿Fueron varios los modelos "copiados"?

      Te saco la duda: este modelo no llegó por Ebay ni nada similar.
      Tuve la suerte de ir caminando por San Sebastián y verlo colgado en un kiosco. Me lo traje con el cartón y todo... Ojalá pueda volver por tus tierras, y traerme otros modelitos.

      Lolita ha dejado muchos recuerdos...

      Saludos!!!!

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    2. Ah, estuviste por aquí! Espero que te haya gustado la experiencia. San Sebastián es preciosa...

      No fue copia propiamente dicha, por que se pagaron los derechos, matricerías, etc.
      No recuerdo más modelos...

      Saludos!

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    3. Me ha gustado todo!!!! Y más lo he disfrutado andando por el país vasco...

      Espero poder volver pronto de visita, aunque nuestra situación económica lo hace cuesta arriba. Ir a España para nosotros, es como para ustedes ir a Abu Dabi. Pero más caro...

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  3. Quien escucha el nombre Nabokov automáticamente piensa en Lolita. La película con Jeremy Irons es muy buena, el libro me aburrió un poco, costó llegar al final. Indudablemente, hoy Humbert Humbert estaría preso, y a Nabokov lo tildarían de depravado; es que la gente no puede separara ficción de realidad, y en muchos casos cree que el escritor que, por ejemplo, escribe una novela sobre un asesino, en el fondo es un asesino...
    Me gustaría leer por acá, además de Fahrenheit 451, Viaje al centro de la tierra y La máquina del tiempo, dos libros/films que incentivaron mi espíritu aventurero en mi infancia.
    Abrazo!

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    Respuestas
    1. Hola Juanh!!!

      ¡Como han cambiado los tiempos!!! No digo que antes era mejor, pero hay cambios que me parece que no suman.
      Se supone que la literatura siempre va un paso más adelante, pero hoy con esta nueva ola, en lugar de marcar un rumbo, va detrás de una moda.
      Por ejemplo; tal cual mencionas Nobokov estaría preso, pero si en lugar de "Lolita", el libro se publica con el nombre de "Lolite", nadie diría nada...
      No se, pero lo nuevo no termina de despertar los sentidos, como hace tantos años.

      Bradbury, King, Wells y Verne van a tener su lugar. Creo que la lista de los libros que uno desea volver a leer, es interminable.

      Saludos!!!!

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    2. A Viaje al centro de la tierra y La máquina del tiempo los leí al menos tres veces, y seguro pronto regresaré a ellos.
      Si Ud. me lo permite me tomo el atrevimiento de dejarle la web personal con mis cuentos y relatos:
      https://juanluishenaresescritor.wordpress.com/

      No son para un Nobel, pero al menos me convocaron de una editorial y me publicaron (gratis, no tuve que poner un peso y hasta cobré regalías) dos libros. Aquí ambos en la web de la editorial:
      -Lápiz clandestino (agotado en papel luego de dos reimpresiones):
      https://anaeditorial.com/lapiz-clandestino

      -Crónicas subterráneas:
      https://anaeditorial.com/cronicas-subterraneas

      Abrazo!

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    3. Atreverse es parte de la vida. Adelante Juanh!!!!!

      Y felicitaciones por los relatos

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Un clásico devorando litros....

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