Debo
a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar.
El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona,
en Ramos Mejía; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo American
Cyclopaedia (Nueva York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también
morosa, de la Encyclopaedia Britannica de 1902. El hecho se produjo hará unos
cinco años. Bioy Casares había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta
polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador
omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que
permitieran a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una
realidad atroz o banal. Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos
acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que
los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de
los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son
abominables, porque multiplican el número de los hombres. Le pregunté el origen
de esa memorable sentencia y me contestó que The Anglo American Cyclopaedia la
registraba, en su artículo sobre Uqbar. La quinta (que habíamos alquilado
amueblada) poseía un ejemplar de esa obra. En las últimas páginas del volumen
XLVI dimos con un artículo sobre Upsala; en las primeras del XLVII, con uno
sobre Ural-Altaic Languages, pero ni una palabra sobre Uqbar. Bioy, un poco
azorado, interrogó los tomos del índice. Agotó en vano todas las lecciones
imaginables: Ukbar, Ucbar, Ooqbar, Ookbar, Oukbahr... Antes de irse, me dijo
que era una región del Irak o del Asia Menor. Confieso que asentí con alguna incomodidad.
Conjeturé que ese país indocumentado y ese heresiarca anónimo eran una ficción
improvisada por la modestia de Bioy para justificar una frase. El examen
estéril de uno de los atlas de Justus Perthes fortaleció mi duda.
Al día siguiente, Bioy
me llamó desde Buenos Aires. Me dijo que tenía a la vista el artículo sobre
Uqbar, en el volumen XLVI de la Enciclopedia. No constaba el nombre del heresiarca,
pero sí la noticia de su doctrina, formulada en palabras casi idénticas a las repetidas
por él, aunque -tal vez- literariamente inferiores. Él había recordado: Copulation
and mirrors are abominable. El texto de la Enciclopedia decía: «Para uno de esos
gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma.
Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are
abominable) porque lo multiplican y lo divulgan». Le dije, sin faltar a la
verdad, que me gustaría ver ese artículo. A los pocos días lo trajo. Lo cual me
sorprendió, porque los escrupulosos índices cartográficos de la Erdkunde de
Ritter ignoraban con plenitud el nombre de Uqbar.
El volumen que trajo
Bioy era efectivamente el XLVI de la Anglo-American Cyclopaedia. En la falsa
carátula y en el lomo, la indicación alfabética (Tor-Ups) era la de nuestro
ejemplar, pero en vez de 917 páginas constaba de 921. Esas cuatro páginas adicionales
comprendían el artículo sobre Uqbar; no previsto (como habrá advertido el lector)
por la indicación alfabética. Comprobamos después que no hay otra diferencia entre
los volúmenes. Los dos (según creo haber indicado) son reimpresiones de la
décima Encyclopaedia Britannica. Bioy había adquirido su ejemplar en uno de
tantos remates.
Leímos con algún
cuidado el artículo. El pasaje recordado por Bioy era tal vez el único sorprendente.
El resto parecía muy verosímil, muy ajustado al tono general de la obra y (como
es natural) un poco aburrido. Releyéndolo, descubrimos bajo su rigurosa
escritura una fundamental vaguedad. De los catorce nombres que figuraban en la
parte geográfica, sólo reconocimos tres -Jorasán, Armenia, Erzerum-,
interpolados en el texto de un modo ambiguo. De los nombres históricos, uno
solo: el impostor Esmerdis el mago, invocado más bien como una metáfora. La
nota parecía precisar las fronteras de Uqbar, pero sus nebulosos puntos de
referencia eran ríos y cráteres y cadenas de esa misma región.
Leímos,
verbigracia, que las tierras bajas de Tsai Jaldún y el delta del Axa definen la
frontera del sur y que en las islas de ese delta procrean los caballos
salvajes. Eso, al principio de la página 918. En la sección histórica (página
920) supimos que a raíz de las persecuciones religiosas del siglo XIII, los
ortodoxos buscaron amparo en las islas, donde perduran todavía sus obeliscos y
donde no es raro exhumar sus espejos de piedra. La sección «Idioma y
literatura» era breve. Un solo rasgo memorable: anotaba que la literatura de
Uqbar era de carácter fantástico y que sus epopeyas y sus leyendas no se referían
jamás a la realidad, sino a las dos regiones imaginarias de Mlejnas y de
Tlön... La bibliografía enumeraba cuatro volúmenes que no hemos encontrado hasta
ahora, aunque el tercero -Silas Haslam: Hystory of the Land Called Uqbar, 1874-
figura en los catálogos de librería de Bernard Quaritch. El primero, Lesbare
und lesenswerthe Bemerkungen über das Land Ukkbar in Klein-Asien, data de 1641
y es obra de Johannes Valentinus Andreä. El hecho es significativo; un par de
años después, di con ese nombre en las inesperadas páginas de De Quincey
(Writings, decimotercer volumen) y supe que era el de un teólogo alemán que a
principios del siglo XVII describió la imaginaria comunidad de la Rosa-Cruz
-que otros luego fundaron, a imitación de lo prefigurado por él.
(Jorge Luis Borges: “Ficciones” 1944)
Pasan los años y Borges es tan increíble como si él mismo fuera un personaje o circunstancia de sus propios escritos. Se lo juro por los espejos de piedra!
ResponderEliminarDel Suzuki no le digo mucho, sólo que con cuatro puertas y color azul oscuro (me parece que siempre lo vi en colores claros y en negro) se ve muy masculino, pero es sólo un preconcepto.
Tiene patente de Río de Janeiro, lo que me sorprende porque históricamente, el conductor carioca prefiere los autos de dos puertas, sobre todo si es de pequeño porte (el auto, no el conductor).
Hola Gaucho!!!
ResponderEliminarAdmito que no he leído mucho de Borges, pero todo lo que he leído de él, lo he disfrutado.
Y las entrevistas que hay para ver, me son magnéticas. La memoria que tenía para citar cientos de autores y la lucidez y rapidez con la que contestaba, me siguen asombrando.
Lo que no me asombra para nada, es este autito... Pasa tan desapercibido en el tránsito como en la repisa. Eso quiere decir que la miniatura es muy buena....
Saludos!!!!!