Fue entonces cuando llegué a la fonda Los Robles Gemelos. Era una de tantas entre las numerosas de California y cuya especialidad son los sandwiches. Se componía de un pequeño salón comedor, y arriba estaban las dependencias de la vivienda. A un lado había una estación de servicio y un poco más atrás media docena de cobertizos, a los que llamaban aparcamiento. Llegué allí rápidamente y me puse a mirar el camino.
Cuando salió el dueño, le pregunté si había visto a un hombre que viajaba en un Cadillac. Le dije que ese hombre debía reunirse conmigo allí, donde comeríamos. Me contestó que no. Inmediatamente preparó una de las mesas y me preguntó qué deseaba comer. Le pedí zumo de naranja, huevo frito con jamón, torta de maíz, crepés y café. Poco después, el dueño estaba de vuelta con el zumo de naranja y las tortas de maíz.—Oiga... Espere un
momento. Tengo que decirle algo. Si ese amigo que estoy esperando no viene,
tendrá que fiarme todo esto. La verdad es que debía pagar él, pues yo ando un
poco escaso de fondos.
—Está bien. Coma
tranquilo. Me di cuenta de que me había calado y dejé de hablar del amigo del
Cadillac. Poco después sospeché que el dueño quería decirme algo.
—¿Qué hace usted? ¿En
qué trabaja?
—¿Qué edad tiene?
—Veinticuatro años.
—Joven, ¿eh? Un hombre
joven como usted me sería muy útil en estos momentos.
—Buen negocio este que
tiene usted aquí.
—El clima es muy
bueno. No tenemos niebla como en Los Ángeles. Ni un solo día de niebla. El
cielo está siempre limpio. Da gusto.
—De noche debe de ser
precioso. Ahora mismo me parece que respiro su aroma.
—Sí, se duerme
espléndidamente. ¿Sabe algo de coches? ¿Entiende de arreglo de motores?
Siguió hablándome del
espléndido clima, de lo fuerte que estaba desde su llegada al lugar, y de
cuanto le extrañaba que los empleados no le durasen. A mí no me extrañaba, pero
seguí comiendo.
—¿Qué? ¿Cree que le
gustaría quedarse aquí? Yo ya había terminado de comer y estaba encendiendo el
cigarro que me había dado.
—Le diré —respondí—:
la verdad es que tengo dos o tres proposiciones. Pero le prometo pensarlo. Le
aseguro que lo pensaré.
—Le presento a mi
esposa.
Ella no me miró. Hice
una ligera inclinación de cabeza y una especie de saludo con la mano en que
tenía el cigarro. Nada más. Se fue con la vajilla. En lo que al dueño y a mí se
refería, era como si ni siquiera hubiese estado allí.
—Dígame, ¿cómo se
llama?
—Frank Chambers.
—Yo, Nick Papadakis.
Nos estrechamos la
mano y se fue. Un minuto después le oí cantar. Tenía una voz espléndida. Desde
la estación de servicio podía ver perfectamente el interior de la cocina.
A eso de las tres
llegó un hombre que estaba furiosísimo porque alguien le había pegado un papel
engomado en uno de los parabrisas del coche. Tuve que ir a la cocina a sacarlo
con vapor de agua.
—¿Ustedes? ¿Qué quiere
decir? —preguntó ella.
—Pues... usted y el
señor Papadakis. Usted y Nick. La que me sirvieron en la comida estaba riquísima.
—¡Oh!...
—¿Tiene un trapo para
coger esto?
—No es eso lo que
usted quiso decir.
—Sí, ¿por qué no?
—Usted cree que yo soy
mexicana.
—Ni se me había
ocurrido.
—Pero usted no parece
mexicana.
—Le digo que soy tan
blanca como usted.
—No, usted no tiene
nada de mexicana. Todas las mexicanas tienen caderas anchas y piernas mal
formadas, y senos hasta el mentón, piel amarillenta y los cabellos que parecen
untados con grasa de cerdo. Usted no tiene nada de eso. Es menuda, tiene una
bonita piel blanca y sus cabellos son suaves y rizados, aunque sean negros. Lo
único que tiene usted de mexicana son los dientes. Todas tienen dientes
blanquísimos, hay que reconocérselo.
—Mi apellido de
soltera es Smith. No es un nombre que suene a mexicana, ¿verdad.?
—No mucho.
—Además, ni siquiera
soy de aquí. Vine de Iowa.
—Smith, ¿eh? ¿Y su nombre de pila?
—Cora. Puede llamarme
así, si quiere.
(James M. Cain: "El cartero siempre llama dos veces" 1934)
Merd!
ResponderEliminarAhora quiero saber cómo sigue, voy a tener que buscar el libro. Tanto me entusiasmó el texto que ni siquiera miré las fotos del modelo, deme un momento que las repaso.
Está linda la fiorino francesa, me sorprenden los espejos asimétricos y la falta de paragolpes traseros, estos franceses son tipos raros.
Me alegro de su gusto por la Francesa. Y eso que es un diseño de la década del 30!!! Creo que es uno de los primeros furgones para la ciudad, para los pequeños comercios que tenían que repartir sus productos, como una panadería o el correo.
EliminarEl automóvil comenzaba a tomar importancia en el día a día.
Y vaya por ese libro, aunque ya haya visto la película....
Saludos!!!!!
Tengo una de éstas Juvaquatre, pero con otra deco (aunque me parece que también relacionada con la "Poste"). En todo caso me agradan estos diseños mucho y aprecio las llantas con su tapacubos central, quizás lo que menos me agradó fue el color verde casi militar (no por prejuicios ni nada de eso, si no por que tan oscura que es la furgoneta oculta un poco sus formas y detalles).
ResponderEliminarMuy buen modelo, con sus típico faritos franceses amarillos de yodo. Saludos!
Me gustan mucho los diseños de esos años. Y si a eso le sumo la decoración tan de época, mucho mejor.
EliminarY veo que lo que ha mejorado en si, es el tema de la motorización, puesto que el diseño posterior se mantiene igual. Si no fuese por el motor, hoy podría estar trabajando sin problemas.
Me gusta mucho.
Saludos Antonio!!!!!